Pastelería es creatividad, concentración, tenacidad y
silencio. Al parecer Oriol se tomó bastante en serio lo del silencio y hasta el
ruido de una mosca escuchas en su taller. Una palma de distancia del mesón y
por favor ocultarse si tienes alguna mancha en tu uniforme, su odio a la
suciedad está más que representado en la perfección de su trabajo pero jamás lo
verás lavando todo lo que usa, que no es poco, de hecho es muchísimo y todo es
derivado a sus esclavas, alias practicantes, para ser lavado.
Llevar ya una semana trabajando, tener un master con sabor a
diplomado en lavado de latas, mezquinos, y todo instrumento utilizado en
pastelería, te hace pensar cuándo será el día en que te manden a hacer algo
interesante o que te abra tanto los ojos de lo increíble que te quedó. Por
ahora todavía no hay señales de que me entreguen alguna tarea de dicha
alcurnia. A pesar de estar en una tercera y última práctica, siempre todas son
iguales: pollo nuevo debe lavar, limpiar y secar todo lo que se usa, recién a
partir del mes eres útil para trabajos más rigurosos y cuando ya te estás yendo
te parece que aprendiste algo pero la verdad es que no aprendiste absolutamente
nada. Eso es lo malo de la pastelería. No estás en servicio continuo, millones
de personas que esperan su plato caliente y a ti tiempo no te están
alterando los nervios ni quitando el
sueño. Solo es producción masiva. Y en
este momento, Dios que es masiva. Cómo te explicas que un simple personaje
español tenga que enviar pedidos a diferentes países del mundo, algo tan
rebuscado como Japón. Pensando en la cantidad de maravillas que poseen los
orientales, prefieren buscar lo occidental y alimentarse de eso. A veces estoy
en contra de lo moderno de hoy en día y a favor de mantener las raíces, con un
toque vanguardista siempre, pero conservando la historia de cada país. Mezclas
de restoranes “entra y podrás comer todo el sushi-pizzas-pastas-ají de gallinas
que puedas”. Conservar lo nuestro pero darle un gustito a nuevo.
Más atrás dije que vivir sola no era lo mío. Vaya que si es
cierto. Vivir de comidas simples sin gusto a hogar no es agradable. Todo viene
en lata o en bolsa. El día en que alguien invente el verdadero puré en caja con
ese toque a papa de verdad va a ser el fin del mundo o el comienzo de todo lo
mega elaborado químicamente. Estudiar cocina y tener que comprar pasta lista y
fácil a solo 3 minutos en microondas es denigrante. Pero para qué estamos con
cosas, trabajar 12 hrs seguidas, los pies sin fuerzas y todas las ganas de
acostarte no te apetece cocinar algo muy rimbombante si tienes esta maravilla
de la modernidad que al parecer los americanos nos entregaron en bandeja,
literalmente en bandeja. Lo bueno pero triste de todo esto, que aquellos
macarrones con “tomates de verdad” y carne estaban bastante ricos. Un cocinero
acaba de morir después de que dije/escribí eso.
Acabó el primer tercio de la práctica. Empezó el frío. Lunes
a madrugar. Tres cosas que me producen sentimientos encontrados, porque, a
pesar de que cada vez queda menos para que esta horrible tortura laboral y
sobre exigida se acabe, me enamoro cada vez más de Barcelona y su capacidad de
juntar personas diferentes en cultura y crear una sociedad de aceptación donde
nada importa. La segunda fascina, nada me pone más contenta que el frío, estando
lo suficientemente abrigada como para no sufrir. No es el caso acá. No existe
mi calefacción central como en mi casa y en este momento estoy acostada (son
las 19:50 hrs) con un polar y un poleron puesto. Tenemos un problema Houston.
Agregar el guatero en mis pies que se enfría en dos minutos. Y finalmente, el
lunes. Dios como odio los lunes, sobretodo porque debo despertar tipo 3 am para
ir a la tortura de práctica con este frío que no tiene compasión en mi pobre
humanidad. Tenemos una mezcla de situaciones con sentimientos más que
encontrados.